Tintín nació el 10 de enero de 1929, en el recién creado suplemento infantil y juvenil
Le Petit Vingtième, de la mano y el genio del belga Georges Remi,
Hergé
(alias que resulta de pronunciar sus iniciales a la inversa, R.G.), y
desde entonces ha cosechado, década a década, un éxito inconmensurable.
Veinticuatro tomos de 1929 a 1976 (el último,
Tintín y el Arte-Alfa,
no llegó a terminarse debido al fallecimiento del autor) de los que se
han vendido, se calcula, más de 200 millones de ejemplares en más de 60
idiomas, y se han convertido en objeto de culto y coleccionismo en todo
el mundo. No está mal para un joven boyscout que empezó a dibujar
historietas en los márgenes de sus cuadernos escolares a la temprana
edad de 7 años. Pero no estamos aquí para hablar de genios precoces, ni
de cifras asombrosas, sino de curiosidades sorprendentes. Por ejemplo,
las numerosas influencias del cine, la sociedad, la política, la ciencia, el arte o la amistad que hacen de sus historietas verdaderas crónicas de la historia. Una costumbre que, por cierto, le ha valido a
Hergé continuas
críticas por sus supuestas posiciones ideológicas (racista,
colonialista, machista, nazi, colaboracionista… incluso misógino. ¿Pero
es que acaso tenía tiempo el pobre Tintín de buscar novia?).
Ya desde su primera aventura,
Tintín en el País de los Soviets, a través de su intrépido reportero
Hergé realiza
una dura crítica del régimen soviético (elecciones a punta de pistola,
opresión, miseria…), siguiendo el espíritu belga de la época. "De esta
magnífica ciudad que era Moscú he aquí lo que los Soviets han hecho, un
suburbio infecto" denuncia
Tintín mientras camina por una calle devastada.
Ello le colgó a Hergé la etiqueta de “derechista”, aunque criticó con idéntica dureza los regímenes fascistas en
El Cetro de Ottokar,
donde además de la estética nazi, la mentalidad bélica y la obsesión
anexionista de Borduria frente al pacífico reino de Syldavia, hay una
clarísima alusión en el personaje de Müsstler (Mussolini + Hitler). Y
tampoco se libran las dictaduras latinoamericanas, encarnadas por las
repúblicas de San Theodoros y Nuevo Rico en
La oreja rota, una
aventura inspirada directamente en el conflicto de la Guerra del Chaco,
que entre 1932 y 1935 enfrentó a Bolivia y Paraguay por el control del
Chaco Boreal.
El asunto del colonialismo paternalista, muy belga en aquellos años 30, se deja entrever en historias como
Tintín en el Congo,
por el que fue (y aún hoy es) tildado de racista, aunque en ediciones
posteriores se suavizó la apología colonialista. Y también toma
posiciones Hergé en otros temas polémicos, como la ocupación japonesa en
China en
El Loto Azul (influido por su amigo Tchang
Tchong-Jen, que introdujo a Hergé en la cultura china), la situación de
los judíos y los palestinos en
Tintín en el país del Oro Negro, la guerra fría en
El Asunto Tornasol (incluyendo un extraño “culto al bigotismo”, al más puro estilo Lenin) o la mafia del Chicago gansteril en
Tintín en América, donde, por cierto, encontramos al único personaje basado en la realidad que aparece con su nombre sin modificar: Al Capone.
Pero no todo es
política y polémica en las aventuras
de Tintín y en las desventuras de Hergé. También hay marxismo. El de los
Hermanos Marx, claro. Un humor absurdo que se plasma literalmente en
algunas viñetas, como las cáscaras de plátano que Harpo lanza bajo los
pies de sus rivales en
Plumas de Caballo (1932) y que Tintín repite en
Los cigarros del Faraón; o la guerra entre Fridonia y Silvania en
Sopa de Ganso y su escena de la explosión en el depósito de municiones, que Tintín repite en
El País del Oro Negro.
El gran Chaplin también tiene su hueco en Tintín: las visiones
delirantes de Charlot creyendo ver a su compañero convertido en un
pollo, en
La Quimera del Oro, inspiran la escena en la que el
capitán Haddock, bajo el sol asfixiante del desierto, imagina a Tintín
como una refrescante botella de Burdeos, en
El Cangrejo de las Pinzas de Oro.
Otra de las principales
influencias de Hergé a la hora de buscar inspiración para documentar sus historias fueron
la prensa y las revistas, especialmente
National Geographic. Los paisajes y personajes incas de
El Templo del Sol
están sacados de las acuarelas que el dibujante H. M. Herget publicó en
el número de febrero de 1938. También los buzos que aparecen en
El Tesoro de Rackham el Rojo, o Abdallah, el hijo del emir en
El País del Oro Negro,
que en realidad era el pequeño rey de Iraq, Feisal II. Otras
apariciones curiosas está extraídas de la propia vida de Hergé:
colaboradores convertidos en momias (Edgar P. Jacobs en
Los Cigarros del Faraón),
traficantes de armas de la época (Basil Bazaroff, representante de la
Vicking Arms C.Ltd., que en la vida real era Basil Zaharoff, dueño de
Vickers Amstrong Ltd., quien contribuyó a provocar varios conflictos en
la I Guerra Mundial para potenciar su negocio); el propio Hergé y sus
amigos Jacobs y Melkebeke (en la recepción del Rey Muskar II en
El Cetro de Ottokar), los ruidosos rallyes que el autor sufría en su mismísimo hogar (en
Stock de Coque), un fiel y afortunado lector de Talence, llamado Jean Tauré (que aparece como periodista en
Las joyas de la Castafiore)
y, unidos en una misma viñeta, los héroes de Hergé versión carnaval:
Mickey, Donald, Asterix, Snoopy y Groucho Marx. Y, como curiosidad
final, después de atravesar una profunda depresión debido a su divorcio,
Hergé dibujó su obra más personal y la única en la que no había
“malos”:
Tintín en el Tíbet.
El dibujante belga poseía un impresionante archivo personal con cientos
de fotos y recortes de prensa de donde sacaba buena parte de sus ideas a
la hora de crear personajes, situaciones, paisajes o ingenios. Por
ejemplo, el entrañable y despistado profesor Tornasol está basado en el
inventor y aventurero suizo Auguste Piccard, célebre por su pionera
ascensión a la estratosfera en una cápsula presurizada colgada de un
globo, con la que llegó a alcanzar los 15.971 metros de altura en 1932;
en 1937 inventó un batiscafo y en 1953 descendió a más de 3.000 metros
de profundidad.
Para
la creación de los agentes Hernández y Fernández (Dupond et Dupont en
el original), que no son ni gemelos ni hermanos, Hergé se inspiró en una
foto del diario francés
Le Miroir, donde aparecen dos agentes
de la policía, con bombín y bigote, deteniendo a un peligroso
delincuente. Otros personajes secundarios, como el periodista André, los
hombres leopardo, marineros o maquinistas; y también motores, piezas de
museo o prototipos de submarinos, literas espaciales y trajes de
astronauta están extraídos directamente de fotografías reales, dando
cuenta del nivel de detalle y perfeccionismo del genial Hergé. Como la
mismísima mansión del Capitán Haddock, Moulinsart, que no es sino una
versión ‘abreviada’ del Castillo de Cheverny. Y hasta su marca de whisky
escocés, Haig’s Gold Label, tan real como “¡mil millares de mil
millones de rayos y truenos!, ¡ectoplasma, rocambole, especie de
calabacín diplomado!”
Gran maestro e inspirador de Hergé fue también Julio Verne, al que
siguió sus pasos como precursor de los viajes espaciales. Entre 1950 y
1953 se publicaron
Objetivo: la Luna y
Aterrizaje en la Luna
en cuya documentación el perfeccionista dibujante trabajó hasta el
agotamiento. El resultado fue sorprendentemente parecido a la realidad…
¡quince años antes del alunizaje del Apolo XI! Hasta tal punto que la
revista
Paris Match encargó a Hergé, después de que Neil
Armstrong dejara su mítica huella en la superficie lunar, una
historieta-reportaje narrando la siguiente misión espacial, la del Apolo
XII. Y no sólo eso, en 1982 la Sociedad Belga de Astronomía bautizó con
su nombre el planeta descubierto en 1953 por el astrónomo Silvain
Arend. El planeta Hergé está situado entre Marte y Júpiter.
Como todos los genios,
Hergé tiene su legión de necios
conjurados; pero su legión de rendidos fans -muchos verdaderos
tintinólogos- sobrepasa con creces la de los envidiosos, y probablemente
la de cualquier dibujante de comics. Aunque Hergé fue mucho más. Fue un
gran conocedor de la fauna humana, un creador de personajes únicos,
vivos, ricos en matices, y un inteligente cronista de los aconteceres de
su época. 84 años después de su nacimiento, su obra sigue siendo
patrimonio de millones de personas; y dentro de 84 años aún continuará
siéndolo.
(Publicado originalmente en
www.conmardefondo.blogspot.com.es/2013/01/tintin-y-el-secreto-de-herge.html)